Primero fue una mirada. Luego, una sonrisa. Después te
detuviste un instante y me viste. Noté que lo que escribía te
gustaba. Un día te hablé, casi mudo de susto de que no quisieras
algo conmigo. Sentí tu sorpresa y sufrí tu silencio. Pero me
respondiste y dejaste que el río de tu vida cruzara la mía, la
hiciera florecer.
Día a día me asombraba viendo como mi vida se iba poblando de ti. Las palabras, los silencios, las caminadas, el trabajo, las tardes, las comidas, en mí había y hay una tú que me acompaña, que me mira y sonríe, que me enamora.
Día a día me asombraba viendo como mi vida se iba poblando de ti. Las palabras, los silencios, las caminadas, el trabajo, las tardes, las comidas, en mí había y hay una tú que me acompaña, que me mira y sonríe, que me enamora.
Desde entonces mi vida comienza cuando
oigo a lo lejos tu nombre llegando a mí cada mañana.
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