Esa
tarde me esperaste
con
un ramo de ilusiones
y
vestida sólo con
el
olor a vainilla y naranjos
del
verano.
La
piel, las miradas y la pasión
nos
aprisionaban, nos ahogaban,
nos
llevaban al otro.
Dejamos
que los besos
y
las manos insaciables
despertaran
nuestros cuerpos,
para
que la pasión inundara
nuestra
cama, el cuarto, el piso
y
saliera al jardín a ver florecer
de
nuevo los sueños.
Ardimos
más allá de la noche.
Había
regresado a ti
para
perderme en tu cielo,
para
que definiéramos
una
vez más
el
significado de los besos,
para
que los sueños
poblaran
de nuevo
el
paraíso de nuestros cuerpos.
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