Tantas
noches
en
que me arrancaste la ropa,
la
ausencia y toda la tristeza postergada.
En
que le devolviste beso a beso
a
mi cuerpo la inmortalidad.
Tantas
noches
en
que anudaste nuestros ayeres
al
placer de ser uno en el vuelo del otro.
En
que fui fuego en tu piel.
Tantas
noches en que mi cuerpo ardió
bajo
las llamas interminables
de
todos tus deseos.
En
que no hubo sueño que no soñara.
En
que fuiste tormenta de placeres
y
tierno refugio del amor.
Tantas
noches en que fuimos
cuerpo
en el cuerpo del otro
y
después de tantos
años
no
recordar
si
fuimos un sueño
o
al menos saber
tu
dulce nombre jamás pronunciado.
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