La
primera vez que nos vimos supimos que ya nos conocíamos, que éramos
desde siempre el uno para el otro, que la vida nos había dado el
tiempo necesario para encontrarnos en el instante perfecto.
El
primer beso fue como lo habíamos soñado: era volver al fin al otro.
Fue dejar que el amor nos empapara, nos desbordara y nos volviera río
enamorado. Besarnos, besarnos, besarnos con la desesperación de los
enamorados que han esperado muchas vidas para volver a verse. La
felicidad de nuestro amor fue salvaje, tierna, como una tormenta
desatada o como un lento descender de un río de caricias por nuestra
piel.
Tú
y yo nos volvimos a ver por primera vez en los brazos del otro
después de un largo camino. Supimos que éramos el uno para el otro. Me
cubrí con tus besos y tú fuiste amor, más que amor, fuiste fuego
en el agua, cielo en la tierra, mar en los cielos. Nunca más podré separarme de ti. Aunque otros nos vean solos, estamos siempre en el
otro.
Nos miramos enamorados del amor para ser en la piel del otro un sueño que nunca termina.
Nos miramos enamorados del amor para ser en la piel del otro un sueño que nunca termina.
A
veces me despierto y te veo junto a mí. Aun a mil kilómetros de
distancia estás junto a mí. Nos llevamos en el otro. Somos el río
de la vida, el destino enamorado de dos que siempre se buscaron,
aunque no lo sabían.
Nuestra distancia se hace tiempo, se hace risa, palabra enamorada, caricia que vuela en busca del otro.
Cuando nos volvimos a ver por primera vez supimos que no nos separaríamos nunca más. Porque el verdadero amor un día llega y nunca más se va.
Nuestra distancia se hace tiempo, se hace risa, palabra enamorada, caricia que vuela en busca del otro.
Cuando nos volvimos a ver por primera vez supimos que no nos separaríamos nunca más. Porque el verdadero amor un día llega y nunca más se va.
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